viernes, 1 de noviembre de 2002

NOVIEMBRE. CUENTO DE ADVIENTO

NOVIEMBRE. CUENTO DE ADVIENTO

Dos hombres subieron a la parroquia; uno casquivano ligerón, otro beato perdido.

El primero, quedándose en el último banco por temor a parecer un beato, había llegado sin querer un poco antes de comenzar la Misa. Se cruzaba de brazos diciendo: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, egoistas e injustos, ni tampoco como ese meapilas de la primera fila. Yo no hago ayunos hipócritas ni doy limosnas por aparentar. Yo soy humilde porque no me pongo a rezar a la vista de todo el mundo.

En cambio el beato, que estaba cerca del altar para obedecer al párroco, arrodillado junto a las velitas de San Antonio que había encendido como le enseñara su abuela, después de persignarse ceremoniosamente a la vista de todos los curiosos, liberado de respetos humanos, dándose golpecitos en el pecho y con el rosario en la mano oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Ten compasión de mí, que soy pecador!”.

Os aseguro que ese beatorro, -como el pecador de Lucas, 19- salió del templo justificado.